martes, 23 de diciembre de 2014

Quinto relato. DESORIENTADO

Se acaba de despertar, está aturdido. No sabe dónde está y no sabe lo que hizo ayer, pero no cree que fuera nada bueno, pues se encuentra fatal.
Se incorpora y mira a su alrededor. 《¿Qué... qué hace eso ahí?》. Ve un cadáver con un charco enorme de sangre, que cubre casi todo el suelo de la habitación - que, por otra parte, no es muy grande - y llega hasta donde está él. Se asusta, no sabe qué hacer y se pone muy nervioso. 《¿Qué he hecho? ¿Cómo he llegado hasta esto? ¿Cómo he llegado hasta... aquí?》. Vuelve a mirar a su alrededor, esta vez sin fijarse en el cuerpo. Ya sabe dónde está; en una habitación, ¿pero de dónde? 《Piensa, piensa, piensa》. Nada. Sigue sin recordar. 《¿Dónde cojones estoy? Yo no he podido hacer esto, soy un buen chico... ¿no?》. No recuerda nada de su vida antes de esa escena, cosa que, lógicamente, le preocupa severamente.
Se empieza a fijar en ella, la chica muerta. Tiene una herida de arma blanca, lo cual él supone que fue lo que la mató. Cuando le mira la cara, abre más los ojos, pues le resulta familiar. 《¿Quién eres? Joder, sé que te conozco, pero... ¿de qué? ¿Eres... mi novia?》. Lo da por hecho. Le coge la cabeza y empieza a llorar desconsoladamente, sin preocuparle, al menos de momento, el cómo salir de ahí.
En otra sala del mismo edificio, otras dos personas le observan atentamente por una pantalla, pero en ella solo aparece él, llorando, cogiendo... nada.
-¿Lo ves? Te lo dije. El tío no tiene remedio ni cura, creo que deberíamos acabar con su sufrimiento.
-Sí, quizás deberíamos. Nadie nos dijo nada de matar o no matar enfermos incurables y el manicomio está empezando a llenarse demasiado.


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