jueves, 2 de julio de 2015

Mi presentación y vigésimo primer relato.

¡Muy buenas! En primer lugar, me presento. Mi nombre es Aroa y soy amante incondicional de los libros.  Hace unos meses tuve el placer de conocer a Ivan y Dani, que me contaron que este blog existía. Quedé maravillada de los relatos, ya que me parecieron increíbles y llenos de miles de detalles que yo pasaba por alto a la hora de escribir, para ser sinceros, los pelos de punta. Ja, ja, ja. Para mí, es un honor que me dejen escribir aquí y enseñaros mis relatos, mis inspiraciones. Por último, dar gracias a Ivan y a Dani, por como he dicho antes, dejarme escribir aquí. ¡Mil gracias!


Primer relato: Hugo

Oiga, yo... Quiero irme.

Una carcajada se oyó tras de mí. En ese instante supe que ser destinado a la jefatura de tráfico no era tan malo.

- ¿Irse? Definitivamente no sabes dónde te has metido.

Recuerdo con exactitud sus ojos verdes. Aquellos ojos que custodiaban que yo no saliera de allí, y si podía ser, que ni siquiera se me ocurriese moverme de aquel cochambroso zulo. López me recomendó que fuera con cuidado, pero no le hice caso. Espero que me esté buscando, en cuanto me encuentre, juro que besaré esa sonrisa y volveré a mirar fijamente esos preciosos ojos marrones.

- ¿En qué piensas?- Dijo esa voz guardiana.
- En nada.
- No deberías haber venido y menos siendo policía.

Pensé como podría saberlo. Luego lo entendí. Lo sabían todo de todos sin dejarse un solo detalle. Sabían que pertenecía al C.N.I, estaba perdida.

- Si creéis que que esto es una secta, vais equivocados.

Alcé la vista.

- ¿Y qué sois?
- Somos torturadores, simples verdugos que no quieren órdenes.

Nos hicimos amigos. Se llamaba Hugo, o al menos eso me hizo creer. Me explicó sus ambiciones y sueños, entre ellos, ver la nieve por primera vez. Mientras hablábamos, alguien entró.

- ¿Qué haces hablando con ella?
- Nada, lo juro.
- Sacadle de aquí.

Mis ojos se iluminaban mientras que los de Hugo se iban humedeciendo por momentos. Intenté articular palabra pero fui incapaz. Callé por completo cuando aquella bolsa tapó mi cabeza y un lápiz trazaba mi yugular. Allí, ante la atenta mirada de mi guardián y mis pensamientos en López, supe que moriría ante una jauría de gente que deseaba mi cabeza.


Y hasta aquí mi relato. ¡Espero que os haya gustado!

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